allá en la vibrante Sudáfrica, donde todo es vida, color y diversidad, allá en esa tierra de grandes guerreros existió un ángel.
Un ángel grande y poderoso.
Este ángel no hacía milagros, no curaba a la gente.
Este ángel tenía el don de una poderosa voz, una voz profunda y resonante.
Tan profunda y resonante que hasta lo confundían con un león. El león de Soweto.
Ese era él. Su rugido resonaba melodiosamente por cada rincón y dicen que les levantaba el ánimo a los seres más tristes,
Donde hubiera una banda de mbaqanga, un coro femenino y un público entuciasta ahí estaba él, con su voz profunda, alegrando corazones con su música y su gran presencia.
Todo fue hermoso hasta 1999, cuando la reseca Muerte decidió llevárselo un 27 de julio, poniendo triste a toda una nación que lo adoraba.
Dice una leyenda que por allá por las montañas de Kwa Zulu Natal, en las noches de verano aún se escucha su rugido ronco y poderoso, acompañado quizá por la guitarra de su amigo Marks Mankwane, o el bajo del rey Joseph Makwela.
O por ahí estará cantando con Joseph Shabalala o Miriam Makeba, quien sabe.
Así que si alguien pregunta por el león de soweto, dile que busque en cada acorde, en cada nota y melodía, porque ahí lo va a encontrar.