Habían pasado ya varios meses desde que Bantú volvió de su gira con el elenco del rey león, y claro, todos queríamos celebrar su gran éxito. Lungelo y yo estábamos en la sala de estar, conversando sobre qué sería mejor para él, si una fiesta, un paseo o una cena romántica. Kala y Brenda estaban en el patio, conversando sobre qué invitados podrían ir si hacíamos una fiesta. Y Siyabulela y James, estaban en el sótano, componiendo canciones. Bantú, estaba tranquilo escuchando a Siyabulela cantar mientras miraba el cielo, hacía un clima hermoso esa tarde.
¡Tshidi! Gritó Brenda en el patio. De inmediato atendí a su llamado. ¡Tengo una gran idea! ¿Y si celebramos con un micrófono abierto? Le siguió Kala. ¡Maravillosa idea! Les respondí yo levantando los brazos. Todos podremos cantar, bailaremos, y será fantástico, dije yo muy entusiasmada. Lungelo, al escuchar la idea se unió a nuestra charla muy alegre. ¡Voy a invitar a mis amigos músicos, para que puedan acompañar a todos los que quieran cantar! ¡Suenan muy bien sus instrumentos! Gritaba. Mi hermana es tecladista, quizá quiera unirse, Decía Kala. ¡Yo tengo un amigo que sabe tocar la batería! Decía Brenda. ¡Mis amigos saben tocar la guitarra eléctrica, el bajo, la guitarra criolla y el acordeón, será genial! Agregaba Lungelo.
¡Falta algo! Dijo Siyabulela mientras se acercaba corriendo. ¿Qué mejor que una fiesta con baile? ¡Una fiesta no es fiesta sin baile! Decía yo muy emocionada. ¡Candombe! ¡Si! Dijeron Kala, Lungelo y Brenda a coro. Para que el negrito lo conozca, ¡Él jamás en su vida en cautiverio lo escuchó! Agregó Siyabulela.
¿Pero de donde vamos a sacar una cuerda de Candombe? Pregunté yo. ¡Sé de donde podemos! Gritó James que estaba escuchando todo. ¡Mi hermano, con su hijo mayor, y unos amigos nuestros tienen una, podremos invitarlos! Agregó. Y bien chicos, ¿Todo listo! Dijo Lungelo. Ya vamos a preparar todo, es una sorpresa, ¿Quién distraerá al Mulato? Dije yo. ¡Yo lo haré! Dijo Brenda. Tengo una idea para distraerlo. Ustedes encárguense de todo. Terminó de decir mientras bailaba por todos lados.
Al cabo de un rato, todos estaban haciendo los preparativos para lo que sería una celebración muy monstruosa, como nos gustaba decir cuando celebrábamos algo. Brenda y Bantú estaban paseando por Johannesburgo muy entusiasmados. Bantú iba mirando todo a su paso, todo era muy fascinante para él. Y Brenda le iba contando sobre cada cosa que veía. Mientras tanto, en la casa, James y Lungelo preparaban el sonido. ¡Hakuna Matata! ¡Una forma de ser! Cantaba Lungelo para probar uno de los micrófonos. James acomodaba el resto de las cosas cuando de pronto se le acercó Kala con su hermana por detrás sorprendiéndolo. ¡Hola! Dijeron. Ella es mi hermana Tsholo, es tecladista, ¡Es una genia! Dijo Kala. ¡Un placer! Dijo Tsholo haciendo una reverencia. Ella y su hermana eran muy parecidas. Bien amiga, prepara tu teclado tranquila, ponte cómoda y disfruta, le dijo James quien seguía arreglando los cables. De inmediato Tsholo conectó su teclado al amplificador y tocó unas notas para probar el sonido. De inmediato, al oír el sonido del teclado aparecieron los amigos de Lungelo. ¡Hola! Dijeron a coro. Soy Phindile. ¡Y yo Portia! ¡Yo Mufasa! Y yo Themba. Dijeron todos y se dispusieron a probar sus instrumentos. Tsholo de inmediato les siguió con su teclado y todos probaron sonido haciendo una versión instrumental de He lives in you. Después de eso apareció el amigo baterista de Brenda, que tras oír la canción conectó su batería y les marcó el ritmo a los chicos que tocaban. Al terminar de probar sonido todos aplaudieron y el joven se presentó. ¡Me llamo Sakhile! Dijo él sonriendo. ¡Hola sakhilicious! Dijo Portia mientras acomodaba su bajo. Sakhile le hizo una reverencia y acomodó su batería. Solo faltaba algo, y en efecto, era la cuerda de candombe. Siyabulela estaba practicando con un tambor afuera, y de inmediato llegaron varios jóvenes con trajes tradicionales zulúes y lo siguieron. ¡Chicos! ¡Pudieron llegar! Dijo Siyabulela acercándose a los jóvenes. Yabu, tu amigo James supo darnos muy bien la dirección, aquí estamos, listos para tocar. Al decir eso, un chico alto y con una larga melena negra que dirigía la cuerda de candombe guió a los demás hacia donde estaban probando sonido, para poder reunirse con todos. James fue el primero en recibirlos. ¡Hermanito! Gritó y saludó al joven líder. ¡Hola! Se dijeron muy alegres. Soy Bongani, hermano de James, dijo. Yo me llamo Kovu, dijo otro joven candombero. Soy Mandla, dijo uno que se acercó con un palo en la mano y un tambor enorme al hombro. ¡Me llamo Simba! Dijo el último. Ya todo estaba listo para la fiesta. Poco a poco los invitados iban llegando. Brenda, quien había estado distrayendo a Bantú, al oír la señal que Sakhile hizo con su batería, se ocultó con todos los demás amigos. Bantú estaba muy sorprendido porque no encontraba a nadie. En eso salió al patio, y todos salieron de sus escondites gritando ¡Sorpresa! Bantú les hizo una reverencia a todos, abrazó a Tshidi y rugió feliz. De inmediato, todos los músicos comenzaron a tocar. El primero en cantar fue James, que cantó el himno de Sudáfrica acompañado por los chicos. Después subió Brenda a la tarima, y cantó Vul’indlela. Al cabo de un rato subió Lungelo y cantó One by one acompañado por Kala, Mandla, Portia y Tsholo haciendo los coros, y Bantú que marcaba el ritmo aplaudiendo con sus manos. Por último, Siyabulela con su tambor cantaba shosholoza acompañado por Sakhile, Mufasa y tsholo con sus instrumentos, y Simba, Kovu, Mandla, Phindile y Bantú con su ronca y gruesa voz haciendo los coros.
Tshidi, que nunca supo que bantú sí podía hablar y cantar, se lanzó al escenario a cantar Shosholoza con ellos. Al cabo de un rato, sin que nadie se diera cuenta el ritmo de la canción cambió radicalmente y se convirtió en un candombe que Tshidi junto a su enorme y majestuoso compañero bailaba en el centro de la tarima. Todos aplaudían la clave. Mandla tocaba el piano, Simba el chico y Kovu el repique. Bantú estaba muy emocionado y en eso Simba le hizo una seña, Bantú se colocó junto a los candomberos y comenzó a imitar lo que hacía el joven. En efecto, Bantú con su pecho hacía el ritmo del chico. Ritmo que hizo que todos se pararan de sus sillas y bailaran rodeando la tarima. De pronto, al oír que el candombe iba subiendo su velocidad Mandla salió de su sitio y en su lugar Siyabulela con su tambor lo reemplazaba, mientras que el verdadero candombero sacó a Tshidi a bailar. Cuando el candombe terminó después de un rato largo de baile y diversión todos aplaudieron. Sakhile con las baquetas en las manos, Phindile golpeando la púa de su guitarra contra una cuerda haciendo una nota al azar, Portia gritaba, Mufasa rasgueaba las cuerdas de la guitarra criolla en un acorde y Bantú, muy agitado por estar tocando y bailando al mismo tiempo aplaudía, pero moviendo sus hombros. Todo en ese momento era mágico. De pronto, un señor oscuro salió del público y miró fijamente a Bantú a los ojos mientras le gritaba. ¡Te desafío a una batalla de cuerdas de candombe! Bantú que estaba aterrado miró a Simba, Kovu, Siyabulela y Mandla y de inmediato se golpeó el pecho en señal de aceptar el desafío. ¡Sí! ¡Acepto! Gritó el gorila haciendo que todos los demás guardaran silencio. El que gane, deberá acompañar a alguien del público que esté cantando, agregó Bantú. ¡Y el que pierda será sacrificado! Dijo Askari, el señor oscuro, con una sonrisa maligna en el rostro. La cuerda de candombe de nuestros amigos estaba preparada, con Bongani liderando, Tshidi como bailarina junto a Sakhile, Simba, Kovu, Mandla y Bantú en sus respectivos puestos, Tsholo con su teclado, Portia con su bajo y Phindile con la guitarra eléctrica, mientras que la cuerda de candombe de Askari estaba formada por Rabelani, un joven de larga melena marrón el cuál era el líder. Thamsanqa, quien tocaba el chico, Asisi, que tocaba el repique y un enorme gorila, pero malvado, llamado Harambe que tocaba el piano. A diferencia de la cuerda de nuestros amigos, ellos no tenían bailarina ni banda, lo que le daba una ventaja grande a Bantú. A la señal de Askari la batalla inició. Cada cuerda estaba preparada. Harambe le lanzaba miradas de odio a Bantú mientras tocaba su tambor Siguiendo a su grupo en lo que fue un candombe muy lento, con poca energía y las miradas de odio de ambos gorilas rivales que hacían todo más tenso. Al terminar su aparición los villanos se sentaron a escuchar a nuestros amigos que muy nerviosos comenzaron a tocar. Al oír las primeras claves Tshidi bailaba, comenzó a sonar el bajo de Portia en sol mayor. Le siguió Tsholo haciendo una melodía con su teclado y Phindile hacía los acordes con su guitarra eléctrica. Ese candombe fue un enganchado de canciones tradicionales zulúes que estaban cantadas por Brenda quien estaba oculta de bajo de la tarima con el micrófono en la mano. Poco a poco jóvenes del público se unían a cantar muy felices y a bailar. Los villanos, al ver esto, decidieron que ya era hora de rendirse. Harambe se golpeó el pecho, haciendo que todos nuestros amigos se detuvieran. ¡Me rindo! Gritó Askari. ¡Ustedes son demasiado para nosotros, son muy alegres, y además yo con mis artes oscuras he obligado a todos a tocar con migo! Confesó el señor Ascari y cayó arrodillado en la tarima ante un bantú muy complacido. De inmediato todos los que seguían a Rabelani comenzaron a rodearlo mientras lo sacrificaban como consecuencia por lo malvado, cruel y oscuro que había sido. Una vez que Askari se había ido, todos, con los nuevos amigos, siguieron celebrando con mucha música en vivo, baile y mucha diversión.
Según cuentan, a Askari lo enterraron en un cementerio normal, otros dicen que lo quemaron, otros, más espirituales dicen que ahora es un ángel que busca su lugar en el mundo. Y respecto a nuestros amigos, formaron una gran banda que a día de hoy siguen cantando y tocando en fiestas tradicionales de Sudáfrica.
Fin.