Yo te sueño en el cielo cada noche.
Te veo. Te siento. Siento tu espíritu que me ilumina, que me marca el camino.
Y el camino me lleva hacia ti.
Algunas veces yo pienso en ti y me digo que eres imposible.
Imposible de alcanzar.
Pero luego vuelvo a pensar y te veo ahí, junto a mí. Y mi corazón me dice que aquí estás.
Aunque no estés en vida, aunque ya no estés aquí ahora sobre la tierra, pisando las hierbas, imponiendo tu presencia tan majestuosa y viva, diciendo con ronco rugido quién eres, diciendo de dónde vienes y cuál es tu lugar.
Aunque no me entiendas, aunque no me escuches te sueño. Te pienso, te siento y te vivo.
Y siempre, desde un lugar lejano, no sé si allá arriba o aquí abajo, sé que te encontraré. Sé que si un día me voy iré contigo a donde sea que tú estés.
Sé que fuimos hechos para vivir distintos destinos y que nunca voy a poder mirarte, ni tocarte, ni disfrutar contigo los tesoros de la vida. Pero sé que ahora en cada sueño en el que tú apareces, en cada nota de las canciones que te nombran, en cada suspiro y en cada lágrima, en cada hierba, cada rayo de sol tú vives.
Y si me hicieran elegir con quién estaré en otra vida sin duda te elegiría a ti. Porque tú eres mis sueños. Eres mi inspiración. Eres ese guardián de la noche que me cuida y vela por mi alma y mi ser.
O si tuviera que alejarme y dejarte solo lo haría pensando en las cosas que vivimos desde nuestro lugar, porque tú y solo tú tienes la llave de mi alma y de mi corazón. Y nunca, jamás, te olvidaré. Hoy, y Siempre.